27/4/14

Las víctimas de pederastia

Las víctimas de pederastia se oponen a la canonización de Juan Pablo II


Las víctimas de abusos sexuales en la Iglesia, sus familiares y varias organizaciones no gubernamentales rechazan la canonización de Juan Pablo II, reporta NTN24.

Las víctimas acusan al pontífice polaco de no haber hecho nada para proteger a cientos de niños y niñas que sufrieron abusos sexuales durante el pontificado del 'papa peregrino', así como de encubrir a decenas de sacerdotes pederastas.
La canonización de dos papas, Juan Pablo II 'el papa peregrino' y Juan XXIII 'el papa bueno', tiene lugar este domingo 27 de abril en el Vaticano.

Fuente: Actualidad RT


Juan Pablo II, el papa que, entre otros tantos horrores, promovió y encubrió a los pedófilos y violadores de la Iglesia, recibió, al mismo tiempo que Juan XXIII, la canonización. Más allá del espectáculo obsceno montado para esta ocasión, del millón de fieles en la plaza San Pedro, de los tres satélites suplementarios para difundir el acto, más allá de la fe de mucha gente, la canonización del papa polaco es una aberración y un ultraje para cualquier cristiano del planeta. Declarar santo a Karol Wojtyla es olvidarse del abrumador catálogo de pecados terrestres que pesan sobre este papa: amparo de los pedófilos, pactos y regateos con dictaduras asesinas, corrupción, suicidios jamás aclarados, asociaciones con la mafia, montaje de un sistema bancario paralelo para financiar las obsesiones políticas de Juan Pablo II –la lucha contra el comunismo–, persecución implacable contra las corrientes progresistas de la Iglesia, en especial la de América latina, o sea, la frondosa y renovadora Teología de la Liberación.

Fuente: Página 12

Juan Pablo II con Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, denunciado por abusos sexuales.


Protección a Marcial Maciel y a los curas pederastas
Su omisión a la hora de denunciar a curas pederastas (muy notoriamente el mexicano Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo) no sólo es falta de santidad, sino un delito.
Durante años, centenas de víctimas escribieron directamente a Juan Pablo II para denunciar las violaciones y estupros que habían sufrido por parte de sacerdotes. Le daban fechas, nombres y versiones coherentes. Cerró los ojos, y siguió aceptando el dinero que venía de los Legionarios y organizaciones parecidas.
Otro caso fue el del otrora cardenal de Boston Bernard Law, que fue demandado 450 veces por encubrir a sacerdotes pedófilos. En 2002, tras entrevistarse con Juan Pablo II, renunció a su arzobispado… pero fue cobijado por la Iglesia, que lo hizo responsable de una de las parroquias más hermosas e importantes del mundo: Santa Maria Maggiore, en Roma. Apenas en marzo pasado el papa Francisco lo removió.
Apoyo a las dictaduras
Otro de los magnos pecados del carismático Juan Pablo II. Las palabras de rechazo que tenía para los homosexuales o para quienes usan condón no las tuvo contra Pinochet o Fidel Castro.
En 1987, Wojtyla fue a Chile. Y el 2 de abril, junto al golpista Pinochet, salió al balcón principal del Palacio presidencial de la Moneda a saludar a la multitud. Años después, el secretario personal del papa, Estanislao Dziwisz, dijo que el pontífice había sido tomado por sorpresa y obligado a salir junto al dictador. Es lo de menos, ni ahí ni nunca rechazó la dictadura, que dejó unos 30 mil muertos.
El abaratamiento de las canonizaciones
Juan Pablo II dictó las reglas gracias a las cuales, ahora, califica para ser santo: vivir los valores católicos en grado heroico y haber realizado dos milagros. Rebajó la cantidad de milagros requeridos y, lo más importante, derogó la figura conocida como “abogado del diablo”, que era el encargado de investigar a profundidad la vida del beato y buscar si perpetró iniquidades en vida. Ahora sólo se puede hablar bien del candidato a santo. Paralelamente, el tiempo para canonizar se acortó. Transcurrirán sólo siete años de la muerte de Wojtyla a su entronización a los altares. Antes se requerían al menos 30 años, para poder observar el legado de la persona con perspectiva histórica.
La suciedad irresoluta del banco Ambrosiano
Antes de que Juan Pablo II asumiera el papado (1978) comenzó el escándalo del banco Ambrosiano: lavado de dinero, fraude, vinculación con la mafia y hasta venta de armas en la que estaban inmiscuidos los directivos del Banco Vaticano y sacerdotes de la curia.
Juan Pablo II no pudo o no quiso solucionar el caso (de hecho, quienes estaban detenidos fueron hallados inocentes en 2007).
El asunto es harto importante por dos razones: analistas indicaron que la muerte de Juan Pablo I en 1978 (antecesor de Wojtyla) podía estar relacionada con el Ambrosiano. La otra razón es que el desastre financiero que implicó no se ha solventado. Incluso, una de las últimas decisiones del entonces papa Benedicto XVI —nombrar un nuevo director del nuevo banco Vaticano— muy probablemente estuvo relacionada con su renuncia al pontificado, si se da crédito a los documentos de Vatileaks.
Ataque contra los teólogos disidentes
Juan Pablo II atacó con todo la Teología de la Liberación, que afirmaba que no hay iglesia sin el pueblo (lo que debería ser una redundancia, pues en griego “ekklesía” significa comunidad, reunión, pueblo…). Aseguraba también que el reino de Dios también puede ser de este mundo y que los sacerdotes deben vivir, acompañar y ser pobres. La Congregación de la Doctrina de la Fe (entonces liderada por Joseph Ratzinger) condenó al ostracismo a algunos de los más eximios representantes de esta escuela: Leonardo Boff, Jon Sobrino, Camilo Torres y Samuel Ruiz.
Otro caso es el del Hans Küng, quien sin ser teólogo de la liberación era considerado progresista. También a él se le prohibió dar clases.
Intromisión en asuntos de otros gobiernos
El Vaticano es un país. Y el papa, un jefe de Estado (absolutista). En este sentido se espera que respete a la comunidad internacional. Arguyendo su misión divina se metió en asuntos mundanos, para obtener ventajas políticas y económicas.
México es un ejemplo. En 1992 presionó para que se minara el Estado laico. Maniobró para que se revirtiera una parte central de las Leyes de Reforma y se otorgaran derechos políticos y de posesión a los sacerdotes y a las iglesias. Wojtyla  incluso permitió que los obispos mexicanos amenazaran con una huelga de cultos, igual a la que desencadenó la Guerra Cristera.
Pero un caso paradigmático ocurrió en 1983, cuando Juan Pablo II visitó Nicaragua. Había triunfado la revolución sandinista, y entre los ministros del nuevo gobierno estaba el sacerdote Ernesto Cardenal, que ocupaba la cartera de Cultura. Durante el acto protocolario de bienvenida y en una transmisión en vivo, Wojtyla regañó al secretario de Estado por sostener postulados apóstatas y lo urgió a que “regularizara su situación”.
Las palabras que no tuvo contra Pinochet las tuvo contra Cardenal.
Más poder a los poderosos
Juan Pablo II solía criticar los grandes problemas del mundo, pero sin señalar culpables con nombre y apellido. Jamás denunció, por ejemplo, a ninguna trasnacional explotadora ni se confrontó con los grandes acaparadores de capital.
Lo mismo hizo hacia dentro del Vaticano: fortaleció a su séquito, que se empoderó de la institución y la burocratizó a niveles colosales. En ese marasmo se perdían solicitudes de ayuda, denuncias de nepotismo y solicitudes de los católicos de base. Este problema les estalló a Ratzinger y a Bergoglio. Éste último creó una comisión para indagar a profundidad y renovar ese entramado. Hasta el momento calculan 58 recomendaciones.
Ataque a los derechos sexuales
Cuando Juan Pablo II subió al pontificado rechazaba el condón; no existía el sida. Tres años después, cuando se detectaron los primeros casos de VIH, siguió rechazando el preservativo. Cuando se convirtió en una pandemia, continuó repudiando al condón. “Él probablemente contribuyó más a la propagación de la enfermedad que la industria del transporte terrestre y la prostitución juntos”, asentó la revista londinense New Statesman. El articulista Nicholas Kristoff, de The New York Times, consideró que arremeter contra el preservativo era uno de los peores errores en la historia de la iglesia.
La homosexualidad fue otro de sus temas predilectos: es un pecado, afirmó, y punto.
El rechazo a que las mujeres decidieran sobre su cuerpo también fue uno de sus postulados. Ni hablar de incorporarlas a puestos de dirección en la curia u ordenarlas sacerdotes (aunque la Biblia no haga la menor restricción al respecto).
Abominó también de las relaciones sexuales prematrimoniales y de la masturbación, sin atender a los argumentos científicos o sociales. Y lo mismo con su fijación por el celibato sacerdotal, una represión que se ha comprobado que puede fomentar el abuso contra menores.
Ese hombre será santo, sin serlo.
Twitter: @JCOrtegaPrado
juan.ortega@proceso.com.mx

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